En febrero me separé de Vero, después de casi cinco años de convivencia por motivos muy variados, algunos demasiados complejos y relacionados con la forma en que entiendo la Vida y por la tanto con ideas y maneras mías que a esta altura son irrenunciables. Y no, no alcanzó el Amor para equilibrar la balanza porque el amor y/o mis sentimientos, en mi caso, están fundados en mis ideas del mundo o de la Vida o en mi ideología. Según mi amigo Alejandro, y otras gentes que me conocen, soy demasiado terminante en mis decisiones y en mis actitudes. Mierda, claro, que lo soy. No entiendo que pueda ser de otra manera. Uno toma una decisión, siempre estoy hablando de mi caso particular, después de haber rumiado la situación y sus consecuencias y alternativas durante un tiempo considerable, y debe ser consecuente con sus pensamientos, acciones y palabras.
En fin, la cuestión es que nuestra hija pasa algunos fines de semana conmigo y son los días más preciosos de la semana para mí, supongo que para ella también. Pero, a veces, como hoy, la despedida es dura. Pone una caras de angustia que me hace sentir que me clavan una piedra con punta y sin filo en el pecho y me lo abre al medio con mucho dolor.
Entonces me ataca esta furia pasiva que son las reflexiones y las palabras.
En otra situación, podría salir del trabajo por la tarde e ir a buscarla al jardín o a natación, pasar más tiempo con ella, en la plaza o frente a la tele mirando juntos por millonésima vez alguna de sus películas favoritas o jugando con sus "dzidzes (chiches)".
Pero...
Tengo un trabajo que no me disgusta per se, atención telefónica en un call center, pero la empresa detrás (Proyectar Connect) es tan desorganizada, explotadora, exigente al grado de la estupidéz ciega en algunas pautas de trabajo y atención que no aportan nada a la experiencia del trabajador ni del cliente (bueno, sí, del cliente sí, la mayoría de ellos corta con una cuota de calentura mayor a la que tenía antes de llamar), altamente burocrática en lo que al manejo del call center se refiere, que algo tan sencillo como un cambio de horario se torna un infierno ridículo.
Empecé a trabajar ahí antes de separarme y después de hacerlo comencé a pedir el cambio de horario para poder tener más tiempo con Lara. Todavía lo estoy pidiendo.
Estoy pensando seriamente en dedicar una sección del blog exclusivamente a denunciar y/o comentar anécdotas de lo significa trabajar allí. Ya veré. Mientras tanto, quien tenga algún interés puede visitar Teleperforados, un sitio que encontré sobre el tema, muy interesante.
Así que la situación general, conformada por otras situaciones (la separación, mi hija en el medio, mi condición de nómade, el trabajo, otras relaciones infructuosas), me desbordó y me hizo pasar unos días algo perdido, confundido, cosa que no es común en mí. Ver a mi hija era liberador, pero tenía que hacer un trabajo adicional para estar bien cuando la veía. Como todo, cuando pude dedicarle algo de tiempo con la mente un poco más aclarada, comencé a acomodar las cosas (excepto lo del cambio de horario en mi estúpido trabajo).
Ver a mi hija sigue siendo liberador. Ella pone algo de mundanal orden en mi existencia llena de las abstracciones intelectuales y reflexiones y actividades económicamente improductivas que son mi Vida. Y aunque a veces pasemos por este tipo de situaciones angustiantes que son las despedidas de los fines de semana, sé que Lara sabrá entender que su madre y yo hacemos lo que podemos y creemos que es mejor para ella. Estoy focalizado en eso ahora.
Mi humor de hoy ha hecho la mitad de camino, la otra mitad será leer a Bukowski, que siempre tiene algo real y honesto para decir. Por eso, dos fragmentos que me han venido a la cabeza esta noche del viejo Charles mientras escribía todo esto y que son un reflejo bastante fiel de algunas de mis opiniones...
"Era hora de poner un poco de orden, un poco de orden en mí mismo. Considerándolo todo, había hecho bastante más de lo que me había propuesto hacer durante toda mi vida. Había conseguido algunas jugadas bastante buenas. No estaba durmiendo en la calle. Por supuesto que había montones de gente buena durmiendo en la calle. Y no eran idiotas, sólo que no encajaban dentro de la maquinaria necesaria en ese momento. Y esas necesidades cambiaban continuamente. El montaje era inflexible y si nos encontrábamos durmiendo en nuestra propia cama por la noche, eso ya era una inapreciable victoria sobre las fuerzas. Yo había tenido suerte, pero también es verdad que algunas de las jugadas me las había pensado bien antes. Pero, considerándolo todo, era un mundo bastante horrible y a menudo me sentía deprimido por la mayoría de la gente que lo habitaba.
Bueno, al diablo con todo. Saqué el vodka y di un trago. Casi siempre lo mejor de la vida consistía en no hacer nada en absoluto, en pasar el rato reflexionando, rumiando sobre ello. Quiero decir que pongamos que uno comprende que todo es absurdo, entonces no puede ser tan absurdo porque uno es consciente de que es absurdo y la conciencia de ello es lo que le otorga sentido. ¿Me entienden? Es un pesimismo optimista. " *
"Pero sufrimiento y problemas son lo que mantienen vivo a un hombre. O intentar esquivar el sufrimiento y los problemas. Es un trabajo de dedicación plena. Y hay veces que ni durmiendo se puede descansar. En el último sueño que tuve yo estaba tumbado debajo de un elefante, no me podía mover y él estaba soltando una de las cagadas más grandes que se hayan visto jamás, y estaba a punto de caerme encima cuando mi gata, Hamburguesa, pasó sobre mi cabeza y me desperté. Le cuentas ese sueño a un loquero y seguro que saca una conclusión horrible. Como lo que le pagas es una barbaridad, ya se asegurará él de hacer que te sientas mal. Te dirá que la mierda es un pene y que eso te asusta o te gusta, o cualquier pelotudez por el estilo. Lo que en realidad quiere decir es que él está asustado o desea el pene. No es más que un sueño sobre la cagada de un elefante y nada más. A veces las cosas son simplemente lo que parecen y no hay más. El mejor intérprete del sueño es el que lo sueña. Conserva el dinero en el bolsillo. O apuéstalo a un buen caballo." ** Fragmentos de "El Capitán Salió A Comer Y Los Marineros Tomaron El Barco", de Charles Bukowski, © Linda Lee Bukowski, 1998.-