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¿Debería Permitirse...?

Leyendo un artículo sobre sexualidad y legalidad escrito por Ave Larga en El Ojo Al Cubo, me encuentro con unas encuestas cuyos resultados muestran el altísimo nivel intelectual y moral de algunos lectores de Clarín y La Nación y que son el reflejo de toda una cultura.
Los diarios Clarín y La Nación, en sus versiones online, publicaron cada uno por su parte, encuestas relacionadas con la homosexualidad.

La de Clarín:
¿Debería permitirse a las parejas gay casarse y tener hijos como a las heterosexuales?

Sí, debe permitirse: 36.6%
No, es suficiente con la unión civil: 35.4%
No, y ni siquiera debería permitirse la unión civil: 28.0%

La de La Nación:
¿Cómo considera el proyecto oficial que impulsa el casamiento gay?

Acertado: 19.67%
Entendible: 8.86%
Cuestionable: 7.27%
Inaceptable: 64.20%

La humana es la única especie animal que ha modificado los fines originalmente reproductivos del sexo y ha hecho de este instrumento de la conservación una forma de disfrute, sea para el goce, sea para la demostración afectiva.

Como en la mayoría de las especies animales, existen en la nuestra un macho y una hembra a los que llamamos hombre y mujer respectivamente. Nuestros órganos sexuales, sus formas, su armonía en conjunto, son la manera en que la naturaleza ha moldeado al animal humano en función de la reproducción y conservación. Y ahí es donde termina la "naturaleza" de la sexualidad humana.

Desde que el hombre se ha separado inexorablemente de la Naturaleza, ha desarrollado algunas características muy particulares, entre ellas, la capacidad de razonar, el lenguaje y la sexualidad.

En los seres humanos, el sexo, la elección de lo que nos produce placer sexual, está supeditado a distintas expresiones y variantes de nuestra capacidad humana de razonar, especialmente, a las fantasías, las creencias, los valores y otros muchos aspectos producto de las formas de nuestras culturas. El goce de la sexualidad es una cuestión de aprendizaje, de asimilación de símbolos, de experiencias. No es "natural", no es instintivo.

La heterosexualidad es una variante, una de varias, de la sexualidad humana. Es la que entendemos como la más común, y se funda en la atracción de una persona por otra de distinto sexo. Es la única por la que se puede reproducir y conservar una especie animal como la nuestra.

Pero no es la regla.

Lo que nos define como seres humanos es nuestra capacidad única de pensar. Es gracias al pensamiento que podemos "sentir", que podemos relacionarnos afectivamente con otros, que podemos amar y ser amados.

La forma en que sentimos es la exteriorización de la manera en que pensamos.

Vivimos en una sociedad construida sobre la base de fomentar, mantener, proteger e inculcar la figura del padre, el único de los vínculos primarios que no es natural. Una de las formas más poderosas y difundidas de defensa de este sistema es la institución del matrimonio. Todo esto determina algunas pautas culturales que se toman por inmaculadas, "naturales" y que no son más que mitos. Uno de ellos es, justamente, el de que lo "normal", lo "natural", es el sexo entre dos personas cuyos genitales son diferentes.

Desde que los seres humanos evolucionamos intelectualmente y hemos creado algunas herramientas de comunicación descomunales, como la televisión e internet, que ponen el conocimiento al alcance de cada vez más gente, se han ido generando nuevas maneras de pensar al mundo y a nosotros mismos y esto ha puesto en crisis algunos de los métodos de control y pautas culturales más viejos de la humanidad, como la religión y el matrimonio.

Tanto Clarín, desde la pregunta misma, como la mayoría de los lectores de ambos diarios que se pronuncian en contra de la legalización del casamiento entre personas del mismo sexo, expresan un nivel de prejuicio retrógrado impresionante. La lectura que se desprende es: Es inaceptable que los que disfrutan del sexo de otra manera puedan tener los mismos derechos que las personas normales.

La legalización sería asentar por escrito que muchas ideas y paradigmas de nuestra forma actual de cultura no sirven para nada, empezando por la religión católica, para la que está mal el sexo entre personas del mismo género, el sexo antes del matrimonio, el uso del preservativo y el aborto, y fomenta todavía el celibato de sus sacerdotes. El celibato no es una virtud, es una desviación de la sexualidad humana y la causa probable de todos los problemas por abuso que tiene la institución católica.

Lo único anormal del sexo es no practicarlo, dice Gil Grissom, el Investigador Jefe de C.S.I.

Por eso también lo llaman "casamiento gay" y no matrimonio.

Esta es mi opinión, claro, no es una verdad absoluta. Lo digo porque nunca faltan los "tolerantes", "derechos y humanos", que te atacan porque defendés a los que piensan, sienten o cojen distinto del "común" establecido y sacan a relucir su chapa de autoridades morales de la sociedad.

A mí me ofende profundamente, como ser humano, que todavía estemos en este estadio tan retrasado de la evolución social, que los medios de comunicación se pongan en Comisarios Morales y se hagan los tolerantes y participativos, preguntando a los demás qué les parece si les dejamos a los diferentes hacer esto o aquello.

Un ser humano ES por su capacidad de razonar, de sentir, de expresar y relacionarse. Con quién elige acostarse cada ser humano es una cuestión personal.

Me causa gracia pensar que los mismos hipócritas que se expresan en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, puedan ser los mismos que aplauden a Julio Bocca o que disfrutaban con los partidos de Martina Navratilova.

Ave Larga tituló sus artículos como "Argentina Dinosauria". Sí, es probable.

Aunque me siento tranquilo porque sé que los dinosaurios se extinguieron.

Para quienes aman sin las convenciones de la mediocridad, un poema de Juana Inés de la Cruz.

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones veía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.