Casi cuatro meses han pasado desde la última vez que escribiera en este, mi blog, tan a la deriva a veces, tan intenso otras... En fin, heme aquí, exponiendo y desnudando mis sentires...
Me disponía a ser más concreto con lo que quería escribir, pero no puedo. Puta mierda!... cansa de veras ser tan analítico a veces. Es que pienso en lo increíble que es la Vida... estos últimos meses han sido verdaderamente intensos para mí, y es probable que hayan sido más agitados y llenos de emociones que las Vidas enteras de mucha gente. Lo que es ciertamente muy triste.
El año empezó y me encontró aferrado a ciertas convicciones afectivas, algunas de las cuales aún sostengo, y otras que, aunque me llevó tiempo y dolor y mente construirlas y sustentarlas, hoy ya no son más que polvo en un rincón. Y fue todo revolución dentro de mí. Por mi forma de ser, que me gusta tener mi interior en orden, los afectos en su lugar y con frecuencia a distancia, prácticamente todo lo que implique improvisar y dejar que las cosas se sucedan sin previsión, bueno, me genera desestabilización emocional, que es, por cierto, de la única clase de desestabilizaciones que no me gusta tener.
Pasada la tormenta, lentamente volviéndo al blog, me encuentro otro, el mismo que escribe siempre, pero distinto. Mi hija cumplió cuatro años; después de una transición bastante accidentada cambié de trabajo; me abrí a nuevos amigos, encontré a otros; dejé de fumar después de 19 años; y, lo más importante, me enamoré de otra mujer y de otro país.
El Amor es un estadío afectivo de lo más particular, subjetivo y polémico.
Mientras algunas gentes le otorgan una existencia extrahumana, como una entidad con Vida propia y ajena a los pensamientos y sentires del animal humano, como una especie de fuerza viviente y poderosa y caprichosa, yo entiendo el Amor como una de las formas más concretas de expresar, de mostrar, lo que pensamos. Creo que nada es más representativo de nuestra forma de ser y de pensar que la manera en que nos relacionamos afectivamente. Y el Amor, es la expresión emocional de una instancia intelectual determinada.
El Amor es como somos.
Las relaciones entre las personas se hacen y deshacen no por "capricho" del Amor o porque el "Amor se acabó", sino por las propias maneras de ser de cada uno de los involucrados. Esa figura metafísica del Amor lo único que hace es restarle responsabilidad a las partes. Estoy hablando, que se entienda, del Amor como relación entre dos personas que forman una pareja.
Enamorarse es una reacción física y psicológica. Es la parte más intensa de una relación, aquella en la que dos personas se encuentran y comienzan a conocerse. Que esa sensación se mantenga a lo largo del tiempo dependerá del esfuerzo puesto en no idealizar al otro, en comprender y aceptar al otro, fundamentalmente en la energía puesta en conjunto en la realización de un objetivo concreto. Sin proyectos no hay Amor, no puede sobrevivir el afecto que desarrollamos por otra persona. Para algunas parejas será una familia, para otras será ganar mucho dinero, para otras será cualquier otra cosa. Del alcance del proyecto dependerá la relación. Sí, parece todo muy frío puesto así en estas palabras, muy intelectual y nada sentimental, pero es que es lo que es.
Y el romanticismo? El romanticismo fue un movimiento político-cultural con el que comparto muy pocas cosas y nada tiene que ver con regalar flores, aunque eso bien puede ser una demostración de afecto válida y nada despreciable.
El concepto de Amor es como el concepto de Vida, cada quien lo entiende desde su propia experiencia. Como es habitual, llego a esta parte del escrito en que no sé a qué venía lo que estaba explicando... Supongo que es mi forma de explicar o decir que me enamoré, y me expreso de esta manera porque para mí enamorarse, comenzar una relación, implica una cantidad de condiciones y compromisos que se van haciendo más difíciles de encontrar y asumir a medida que vamos sumando números a la edad.
Lo otro que me pasa, y me tiene alejado de la escritura, es mi cada vez más creciente descontento con Buenos Aires, con mi ciudad que tanto amo. No estaba seguro qué era lo que me tenía mal, pero me dí cuenta no hace mucho, que mi ciudad ya no me gusta.
Una ciudad es un área determinada en la que coinciden construcciones edilicias, gentes, calles, y de la que surgen relaciones en conjunción con la densidad poblacional y otros datos estadísticos. Para mí, la belleza o fealdad de una ciudad dependen de las maneras de sus habitantes, sus costumbres, su idiosincrasia. Buenos Aires me parece llena de una belleza edilicia única y en conjunto con su gente, me parece cada día, uno de los lugares más horribles jamás soñados.
Con el correr de los días y la interacción cotidiana se hace más profundo este fastidio. En concurso con estas sensaciones, conocer Montevideo me hace sentir cada día más lejos y a disgusto. Allá me siento menos abrumado por la gente, claro, viven cerca de 1.700.000 personas, poco más de la mitad de habitantes que en Buenos Aires. Basta ver la diferencia en densidad de población entre ambas ciudades para entender lo que quiero decir: Montevideo tiene 2.523 hab./km² mientras Buenos Aires tiene 14.988,08 hab./km². Seis veces la densidad en la mitad de superficie. Esto hace que la gente sea completamente distinta, menos apresurada y menos atropellada en la primera que la segunda. La cercanía con la orilla del río también hace especial a Montevideo, es una cercanía más inmediata, más amplia, menos obstaculizada que en Buenos Aires, donde hay que ir a la Costanera o al Puerto Madero para ver el Río de la Plata y encima con ese color oscuro y sucio. Allá el río prácticamente rodea a la ciudad, que es más pequeña y más tranquila, aunque no por ello menos hermosa. Creo que eso hace que sea un lugar que me llena de una dulce melancolía, me calma y me hace sentir en casa. Además, la gente es lo que es. No anda disimulando ni mostrando algo que no es. Montevideo es un lugar muy grande y muy humilde, al menos en contraste con Buenos Aires, y su gente es igual.
Por qué no me voy a Montevideo? Sólo porque mi hija es muy pequeña aún, pero la verdad es que ella es lo único que me retiene en Buenos Aires.
Así ando estos días, entre amores y fastidios, lleno de cambios y emociones. Vivo, en fin.
Y enamorado, que de eso se trata estar vivo.